Estoy leyendo “La balada del café triste” de Carson McCullers, un libro de cuentos. No sé mucho de la autora, fue un libro que me llegó un cumpleaños y que tuve mucho rato guardado. Lo leí la primera vez en Argentina, porque la edición que tengo es muy de bolsillo, chiquitita, entonces fue de los libros que me llevé la primera vez. No sé cómo describirlo, son historias muy bien contadas. Esa literatura norteamericana que es muy concreta para narrar y, a la vez, con historias muy originales. Personajes secundarios de cualquier otra historia, que acá toman protagonismo. Enanos, niñas, jorobados, mujeres fuertes y solitarias. Ese está entretenido, como para leer un cuento al día, o un cuento en dos tandas.
También estoy leyendo “Idioma del mundo” de Pablo de Rokha, que es uno de mis poetas chilenos favoritos. Si la masculinidad es un símbolo, él es uno de sus mejores exponentes. “Idioma del mundo” se me hace como una especie de Canto General, con ese afán masculino de abarcar toda una historia chileno latinoamericana y con un espíritu muy marxista de hablar de los trabajadores. Como narraciones poéticas de esos grandes temas que le preocupan a “los hombres”: el idioma, el origen, los territorios y las conquistas.
Ahora, de autoras nuevas, “Piñen” de Daniela Catrileo, un set de cuentos en lo que llamaría una neonarrativa social, con personajes mujeres, mapuches y urbanas, mostrando como otra cara de ese relato que acusa la estafa neoliberal, y “Nada muy serio” de Jessica Catalán, una novela sobre el mundo del trabajo de oficina, y las relaciones románticas con una perspectiva muy post todo: post amor, post heterosexualidad, donde las emociones más grandes pueden originarse en Tinder.