“‘¿Qué es una lesbiana?’ le pregunté a mi mamá cuando no tenía más de ocho años. No tengo tantos recuerdos de mi infancia, pero recuerdo con detalle ese momento: la postura de mi mamá, de sus ojos que heredé, su lugar en la mesa mientras almorzábamos y de su pelo oscuro. Una escena teñida de un color ocre, casi otoñal. Con una voz algo nerviosa, también algo dulce, me respondió ‘una mujer a la que le gusta otra mujer’. Ninguna dijo algo después de eso. Al menos eso recuerdo.
Con los años, me di cuenta de que me gustaban las mujeres. No fue un tema para mí y lo mantuve como algo privado, como se guarda el primer flechazo. Sabía que eventualmente lo diría. También recuerdo entender que serlo, era socialmente un tema.
Un par de años después, le conté. Fue una conversación escueta y solemne, de nuevo con un color, esta vez, más primaveral. Me dijo ‘no te preocupes, yo te voy a defender’. Quiso llorar, pero se aguantó. Su voz no fue dulce ni nerviosa, fue una voz quebrada. Guardó silencio. Puso en marcha el auto y llegamos a la casa. Subió a llorar, se desahogó con su hermana. Otra de mis madres. Y escuché cómo ella la contuvo.
Tuvimos nuestros desencuentros. Nos alejamos por un tiempo. Ella hizo su trabajo, yo el mío. Cada una metabolizó su parte. Nos volvimos a encontrar. Y en esta novela nuestra, lo que ella todavía no sabe es que esa explicación que me dio, con esa mirada que no olvidaré jamás, cuando yo no tenía más de ocho años, fue lo que determinó que yo no sufriera por ser ‘una mujer a la que le gusta otra mujer'”
Estefanía Andahur Soto